domingo, 26 de junio de 2011

Documental, soberania alimentaria

¿Por que se muere de hambre en áfrica?



En el mundo se produce comida para 12.000 millones de personas (somos 7.000)La sequía se predijo científicamente con diez meses de antelaciónPaliar la emergencia humanitaria (211 millones) cuesta diez veces menos que el rescate de cualquier entidad bancaria


Confió durante mucho tiempo en que, al final, llegarían las lluvias. Solo
se rindió cuando murió el último animal.Batulo Mahmud se puso entonces en camino con su familia. Ella, su marido y sus cinco hijos caminaron a través de la ardiente estepa de Somalia, hacia el sur. No llevaban nada de comida, solamente un poco de agua. Pasaron la frontera con Kenia y finalmente llegaron a Dadaab, el campamento de refugiados más grande del mundo. Ahora esperan acuclillados bajo el toldo de una tienda de campaña a que los cooperantes de ACNUR, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, les tomen los datos y registren su entrada. «Teníamos 100 cabras y siete camellos», dice Batulo. Ya no tienen nada. Ambia, su hija de tres años, duerme sobre el duro suelo; las moscas se pasean por sus labios y sus padres ya no tienen fuerzas para espantarlas.


Con todo, a Batulo y su familia no les ha ido del todo mal. Otros llegan hasta aquí completamente agotados después de semanas de caminar, con los ojos hundidos en sus cuencas, tambaleantes, como si solo la piel mantuviese unidos sus huesos. Y muchos mueren por el camino.


Y es que el este de África se cuece bajo un sol inclemente: las dos últimas temporadas de lluvias no han dejado ni una gota de agua. Se dice que es la peor sequía desde 1950. Y la sequía viene acompañada por el hambre.


En Somalia, Etiopía, Kenia, Yibuti y Uganda muchas personas están sufriendo como nunca; la ONU calcula que ya hay 12 millones amenazadas por la hambruna. Y es solo el comienzo.


Todo apunta a que la situación se agravará aún más en las próximas semanas; los datos de la ONU y del Gobierno estadounidense son pesimistas. Hay regiones catalogadas todavía como en situación de emergencia, pero pronto pasarán a la siguiente categoría: «estado de hambruna». António Guterres, alto comisario de Naciones Unidas para los refugiados, habla de «la peor catástrofe humanitaria de nuestro tiempo».


Esta catástrofe se desarrolla de acuerdo con un plan ya adelantado: los expertos llevan meses avisando de la tragedia, conocen sus motivos. También saben que situaciones como esta se repetirán una y otra vez en los próximos años. Las lluvias cada vez son más escasas por culpa del cambio climático, mientras que la población de los países amenazados por el hambre ha pasado en las últimas décadas de 41 a 167 millones de personas. Además, las organizaciones humanitarias dedican la mayor parte de sus presupuestos a ayuda de emergencia, y no suele quedar mucho para construir pozos, comprar abonos y semillas o enseñar a los campesinos a sacarle más partido a su tierra.Somalia sufre especialmente, pues las milicias islamistas de Al-Shabaab, en su lucha contra el Gobierno, han hostigado a las organizaciones humanitarias... y también a cientos de miles de somalíes, que ahora, convertidos en refugiados, empeoran la situación en los campamentos levantados en los países vecinos.
«La gente no tiene elección, algunos incluso vienen huyendo hasta aquí, a Mogadiscio», afirma Mari Honjo. Esta delicada mujer japonesa dirige la base del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de Naciones Unidas en la capital de Somalia. Su comentario se debe a que Mogadiscio es un infierno, las milicias de Al-Shabaab y los soldados gubernamentales llevan años combatiendo entre sus ruinas. La gente de Mari Honjo está instalada en el aeropuerto, son 19 extranjeros atrapados entre dos frentes, protegidos por los soldados de un pequeño contingente de tropas de paz de la Unión Africana. Protegidos es un decir. Las balas vuelan una y otra vez sobre el campamento, y los cooperantes se tiran al suelo cada vez que una bomba explota en el exterior.


No salen de su campamento nunca, los islamistas de Al-Shabaab los secuestrarían en cuanto tuviesen ocasión. O dispararían si no pudiesen acercarse tanto como para atraparlos. Ciento cuarenta y cinco somalíes se encargan de salir del campamento para hacer lo que al personal de la ONU le está vedado.


A pesar de todo, el PMA ha conseguido reconstruir parcialmente el puerto de la capital durante estos últimos años; los buques de guerra de la misión Atalanta, de la Unión Europea, llevan hasta él cargamentos de ayuda a través de las aguas dominadas por los piratas. «Trabajar aquí es todo un desafío», dice Honjo.


La gente del PMA intenta alimentar a un millón y medio de personas, la mayoría de ellas en la propia Mogadiscio, dado que es el único lugar del país donde las tropas de la Unión Africana pueden abrir paso a los cooperantes. El PMA se retiró en 2010 de las zonas controladas por Al-Shabaab, ya que cada vez era más habitual la desaparición de alimentos, los empleados eran asesinados o secuestrados, o les robaban el dinero y después se les expulsaba por ser «agentes de los infieles».


Solo ahora, bajo la presión de la sequía, los comandantes de Al-Shabaab han declarado que las agencias humanitarias son de nuevo bienvenidas. «Creo que ellos también están desesperados», dice Honjo. Pero no confía en estas declaraciones: «Las milicias de Al-Shabaab están formadas por fracciones que no siempre piensan lo mismo. Necesitamos garantías, ya veremos».


Otro de los principales problemas es lo que las organizaciones de ayuda denominan «fatiga del donante»: a los ciudadanos del resto del mundo les cuesta seguir enviando su dinero a África, donde es evidente que las cosas nunca cambian. El año pasado, el PMA solicitó 500 millones de dólares a los países más ricos para combatir el hambre en el Cuerno de África. No ha recibido ni la mitad de esa cantidad. Por si fuera poco, los científicos de la organización estadounidense Famine Early Warning Systems Network (Red de Sistemas de Alerta Temprana de Hambruna) llevaban mucho tiempo avisando de que, si no llegaban las lluvias, no tardarían en morir las plantas, luego los animales y, por último, las personas. Christ Funk, climatólogo de esta organización, aseguraba en la revista Nature que ya habían advertido en agosto de 2010 que se avecinaba esta catástrofe. Había presentado sus pruebas científicas, vinculadas con un fenomeno del tipo La Niña y con el calentamiento del océano Índico. Trazaron una previsión con fechas concretas para que se planificase la ayuda. Pero no se hizo. Y su calendario de la muerte se cumplió a rajatabla.


Acaba de concluir la segunda temporada de lluvias sinlluvias. La próxima comienza en otoño. Aunque finalmente llegara el agua, aún tendrían que pasar meses antes de que los campesinos pudieran llevar grano a los mercados y los nómadas vender sus animales. «Los modelos climáticos nos dicen que esta parte del continente se ve más afectada por condiciones extremas que otras regiones», dice Daphne Wysham, analista climática, desde Washington. Añade que el Cuerno de África es un «epicentro del calentamiento global» y que es muy probable que en los próximos años se repitan fases de sequía extrema.
A todo esto se añade que los precios de los alimentos se han disparado en todo el mundo, hecho que afecta a los presupuestos de las organizaciones humanitarias pero también a las personas mismas. Por ejemplo, el precio del mijo rojo, el grano estándar en Somalia, ha subido un 240 por ciento durante el último año. Hay mucha gente que ya no puede pagarlo. El encarecimiento del grano es atribuible no solo a la escasez de las cosechas, sino a la especulación del mercado de los alimentos a nivel mundial. La Organización para la Agricultura y la Alimentación de Naciones Unidas, FAO, asegura que producimos comida para 12.000 millones de personas. Si el planeta lo habitan 7.000 millones, es evidente que el problema no es la producción de alimentos, sino la distribución y el acceso a ellos.
Willi Dühnen, experto alemán en desarrollo y colaborador de Veterinarios Sin Fronteras en Nairobi, lleva diez años asistiendo al drama del África Oriental. Él, que no confía en la ayuda exterior, lo tiene claro: «La población ha crecido considerablemente, la producción se ha hundido de forma dramática, el clima está cambiando y los nómadas han perdido muchas zonas usadas para cultivos», dice. Esta tierra ya no puede alimentar a sus hijos, sencillamente.

Clemens Höges y Ornad Knaup

sábado, 25 de junio de 2011

Hierbas adventicias

Acedera

Cenizo (Chenopodium album)

Lechetrezna

Estramonio, un peligroso alucinógeno

Estramonio
Abutilon theophrasti, alcotán, yute de China